Saturday, January 20, 2007

"El populismo es un virus. Una vez que se inocula, es dificilísimo curarse de él"

El historiador mexicano, Enrique Krauze, analiza las fuentes doctrinales del populismo

Venezuela nada en petróleo. ¿Cómo no va a reelegir a su líder? ¡Caramba! Pero me repugna porque no hace crecer la economía ni hace crecer a los venezolanos, sino que saca lo peor de ellos. Los está convirtiendo en un inmenso rebaño clientelar.

Tomado de La Nación (Argentina)

"Para muchos latinoamericanos, la Argentina es uno de los mayores misterios", dice el historiador mexicano Enrique Krauze. A su juicio, es un país dotado para ser moderno, pero que persiste en el populismo. Eso empezó con Juan Domingo Perón, dice, y llega hasta hoy con Néstor Kirchner, al que también critica. "Tiene rasgos populistas y de intolerancia, y francamente antidemocráticos, que no me gustan", afirma.

Ingeniero y doctor en historia, Krauze asumió a los 30 años como secretario de Redacción de la revista Vuelta, fundada por Octavio Paz. Transcurría 1977 y, desde entonces, no paró. En 1999 creó la revista Letras Libres, que dirige hasta hoy y desde la cual impulsa el debate y el análisis de la realidad mexicana, de América latina y de Estados Unidos, un país del que espera muy poco mientras dure el mandato de George W. Bush.

Miembro de la Academia Mexicana de la Historia, espera que la muerte de Fidel Castro desencadene la ola final de democratización del continente, en el que Hugo Chávez deberá adaptarse o quedará aislado. "Quizás estoy dibujando mi propia utopía, pero creo que es una posibilidad real", dice. La utopía consiste en que México, con Felipe Calderón, y la Argentina asuman los roles para los que él considera que están llamados.

–Usted afirmó en septiembre pasado que México no es una democracia más en el mapa mundial, sino el vecino y socio de Canadá y Estados Unidos y el fiel de la balanza para que América latina marche por el camino de Brasil y Chile, y no por el de Cuba y Venezuela. ¿Piensa que Calderón estará a la altura de este desafío?

-Quiero pensar que sí. La democracia mexicana no sólo es frágil y joven: aún es un proceso abierto que puede perderse, aunque no le veo ya los riesgos de hace un año. No me cabe la menor duda de que si hubiera ganado López Obrador la democracia mexicana hubiera muerto. La intolerancia y el frenesí con que asumió su carácter mesiánico no hacen más que confirmar que de haber llegado al poder no lo hubiera soltado nunca. Los Mesías no se someten a votaciones, no ven claroscuros ni escuchan voces disonantes. La democracia mexicana estuvo en coma y ahora se repone en el hospital. Pero es tal el encono que este Mesías tropical ha implantado en cientos de miles, quizá millones de mexicanos, que no sé qué puede pasar.

-Entre Brasil y Chile y Cuba y Venezuela, ¿dónde ubica a la Argentina?

-La Argentina es uno de los mayores misterios. Un país civilizado, rico, de extraordinaria literatura: el país de Borges. ¿Quién que escriba en español no tiene reverencia por Borges? El país de José Bianco, de Ernesto Sabato. El país que está dotado como muy pocos en América latina, quizá como sólo Brasil. Está culturalmente dotado para ser un fragmento de Europa en América, plenamente moderno. Pero lo que observo a la distancia es la persistencia de la política populista. El populismo tiene raíces muy profundas en nuestros países que llegan a tiempos coloniales. Y en el caso argentino seguramente hay otros elementos políticos, sociales, culturales que explican por qué. Perón y Evita le hicieron un daño a la Argentina. ¿Cómo vuelve la ola populista una y otra vez y no termina por consolidarse una democracia normal? Si Chile lo está logrando, ¿cómo es posible que la Argentina no? Son preguntas que nos hacemos quienes queremos a su país.

-¿Qué es el populismo? Parece tener tantas variantes como protagonistas e intérpretes

-El populismo es un virus. Una vez que se inocula, es dificilísimo curarse de él. Introduce una mentalidad precaria en los pueblos, una especie de distorsión en la idea de qué es la riqueza y de su producción todo tipo de visiones y alucinaciones. Y en esta línea, pienso que, aunque no tan nocivo como el populismo peronista o el de Chávez, por supuesto, el gobierno de Kirchner tiene rasgos populistas y de intolerancia, francamente antidemocráticos, que no me gustan. Tampoco me gusta su nacionalismo bravucón.

-¿Lo dice por el conflicto con Uruguay?

-Sí, no me gusta eso. A la distancia, la Argentina es como un gigante dormido. Si la Argentina se despertara a la plena modernidad del siglo XXI, sería un país ejemplar, que se aliaría con Chile y Brasil para formar una pinza formidable junto a México. Esto permitiría salvar para la democracia y la modernidad a todo el continente.

-Decía T. S. Eliot que la humanidad tolera muy poca realidad. ¿Acaso es el rasgo más notable del hemisferio?

-[Sonríe.] Así es; lo dice en uno de sus cuartetos. América latina tiene una especie de desvarío intelectual, una propensión a la utopía. Nos soñamos una América mejor, superior espiritualmente, más noble que la mundana y despreciable América sajona. Este es el mito de Ariel , de José Enrique Rodó. A partir de ese libro se crearon generaciones de izquierdas y de derechas, todas fuertes en "ismos" en nuestros países, pensando que podíamos tener una alternativa propia y superadora. Eso fue una ilusión. Nos equivocamos. La alternativa política es la democracia. La económica es el mercado, con los correctivos que hay que ponerle, y la social, las instituciones de protección, sí, pero ni el comunismo ni el populismo ni el anarquismo ni todas las demás variantes autoritarias, incluido el fascismo. Nuestra riqueza es la cultural, que no cuidamos ni protegemos, ni apreciamos lo suficiente. Estamos en un continente que ha estado siempre enfermo de ideología.

-Pero Chávez acaba de ser reelegido por amplio margen, lo que refleja algo muy profundo en América latina.

-No hay mal que dure cien años ni precio del petróleo que dure tanto. Chávez está montado sobre el precio del petróleo y creo que la muerte de Castro modificará el cuadro. Creo que muy adentro de Chávez -a quien, por supuesto, desprecio- hay un pragmático, no un ideólogo. Es un mitómano, un megalómano, pero un pragmático. Este no es el jesuita ideólogo de Castro. Este no es el último marxista de la Tierra. Creo que vamos a ver acontecimientos muy sorprendentes en el futuro. Estoy vislumbrando la posibilidad de un deshielo entre Cuba y Estados Unidos que puede llevar a un arreglo distinto en la región.

-¿Por qué desprecia a Chávez?

-Venezuela nada en petróleo. ¿Cómo no va a reelegir a su líder? ¡Caramba! Pero me repugna porque no hace crecer la economía ni hace crecer a los venezolanos, sino que saca lo peor de ellos. Los está convirtiendo en un inmenso rebaño clientelar. Su límite no será interno, sino externo. El ajedrez internacional podría moverse con la muerte de Castro.

-En una entrevista con El País , dijo en 2003 que el fin de Castro podría cimentar "una ola de democratización en Iberoamérica". ¿Puede explayarse sobre eso?

-Sigo atreviéndome a pensar que Castro es mortal... [Risas] Hablando en serio, si México sigue consolidando su democracia, el empuje de la democracia desde el Norte y desde el Sur casi aislará a Venezuela. Vea cómo Perú votó en contra de Ollanta Humala. Está Colombia, que tiene un liderazgo muy firme y una larga tradición democrática. Brasil ha reelegido a Lula, que es un líder de izquierda democrática. Si hubiera un Lula en México, habría votado por él. Ese es el liderazgo que este país necesita hoy, no uno de centroderecha. Así que creo que si persistimos podemos consolidar la democracia en América latina.

-Pero el ajedrez internacional es complejo

-Hay dos factores externos relevantes. Uno es Estados Unidos. Necesitamos que la Organización de los Estados Americanos funcione mucho mejor. Tenemos que hacernos oír en Estados Unidos porque con la guerra en Irak y sus obsesiones de seguridad piensan en América latina como si fuera la Atlántida. Pero convertir toda América latina en un continente verdaderamente democrático y libre de intolerancias étnicas y religiosas, ¿no le parece un proyecto maravilloso para el siglo XXI? El segundo factor para este proyecto pasa por dos países centrales: México y la Argentina. La Argentina tiene un peso real y simbólico enorme. México también, por su economía y por estar cerca de Estados Unidos. Si ambos hacen pinza, fortalecidos con la consolidación democrática en Perú y Colombia, con la caída de Castro podemos dar una gran sorpresa. Pero hay otros factores. Necesitamos conocernos mucho más entre los latinoamericanos. Tiene que haber un debate intelectual y cultural mucho mayor. Lo que han hecho las telenovelas, el fútbol y la música tiene que hacerlo otro tipo de programas. Los mexicanos conocen a Gardel y los argentinos a Cantinflas. Eso es el pasado. ¿Ahora qué compartimos? Necesitamos un debate de ideas. Y en este sentido hay otro país que puede jugar un papel: España. Pero la Argentina está en deuda con España y después de las barbaridades que Kirchner ha dicho y hecho con los españoles, creo que va a llevar tiempo. Una vez, la revista The Economist definió a México como un país muy agradable, muy gustable, pero no admirable. Yo creo que eso cabe también para la Argentina.

-¿Teme que Estados Unidos acentúe lo que usted ha caracterizado como su autismo y su arrogancia? ¿O que por la amenaza terrorista mantendrá en pie su belicismo intervencionista?

-Ni una cosa ni la otra. Estamos en un momento absolutamente plástico. Ni las mentes más brillantes de Estados Unidos han encontrado la salida al conflicto en Irak, ni al conflicto de Irán tampoco. Pero quiero creer que si bien los iraníes financian a los terroristas suicidas ningún país islámico es un suicida colectivo. Si Irán llega a tener la bomba, dudo de que la detone, porque sabe que lo destruirán inmediatamente. Aún estamos ante la posibilidad de que la humanidad no se destruya y de que Estados Unidos corrija su rumbo. Y soy suficientemente romántico como para creer que nuestro subcontinente puede jugar un papel en todo esto. Si Estados Unidos abriera los ojos, daría un apoyo masivo para que México y América Central se modernizaran en poco tiempo, como pasó con España y Portugal.

-¿Hay entre América latina y Estados Unidos posibles confluencias, o se trata de un binomio marcado por la incomprensión?

-Es una relación difícil, pero es más lo que nos une que lo que nos puede separar. América latina parecía destinada a no ser democrática, pero ahora somos como nos quisieron nuestros padres fundadores. ¡Repúblicas democráticas con vocación de modernidad! Y hay algo más: una parte importante de América latina se ha mudado a Estados Unidos. Ha votado con los pies, se ha expresado en términos prácticos: ¡Yo quiero esa calidad de vida!

-¿Descarta los dos años que restan con el republicano George W. Bush?

-¡Sin duda! Debe ser demócrata, o moderado, o post Irak . Alguien que se dé cuenta de que podemos hacer de América latina un subcontinente democrático. Podemos verlo pronto, con una Cuba floreciente, que no renuncie a la vocación social del Estado. No es algo enloquecido, es algo que se puede.

-¿Cree posible un efecto dominó? Porque le recuerdo que acaba de ganar Ortega en Nicaragua, Correa en Ecuador, Chávez en Venezuela.

-Sí, pero no es casual que Daniel Ortega haya suavizado tanto su discurso, ¿no? Tiene que llegar una generación de políticos jóvenes y modernos, que ya está en Chile y en algunos otros sitios muy contados. Y que renazcan las figuras políticas más respetables: Rómulo Betancourt en Venezuela, Fernando Henrique Cardoso en Brasil, Ricardo Lagos en Chile Es necesario que en el siglo XXI retornen los pensadores del XIX, que tengamos políticos de la altura de Alberdi, de los grandes fundadores intelectuales de su República.

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